El lápiz, útil depreciado por noveles generaciones en detrimento de la era digital, es, sin embargo, instrumento portador de una profunda simbología. Cuando los niños comienzan a dar sus primeros trazos, no se elige una birome o una fibra, se recurre a esa herramienta longuilínea y de madera, cuyo centro o corazón es de un material que permite plasmar nuestras ideas.
Es entonces, este noble instrumento escolar, sinónimo de ello: de enseñanza y de aprendizaje, de maestros y de alumnos, del mes de Septiembre, plagado de episodios con alto significado. Este año, como tantos otros, inmerso en la lucha constante de los docentes por recibir el trato que merecen, porque no es una mera cuestión salarial, sino el alcance de la dignidad que el Estado debe reconocerles a los formadores de las generaciones futuras, que tanto descrédito han sumado a nivel social, producto de yerros propios y de voluntades ajenas.
11 de Septiembre implica la figura del pedagogo, del que abre camino y enseña la mejor forma de transitar esa senda. No debería asumirse que el “ser Maestro” es patrimonio exclusivo de la práctica escolar, también lo son, en muchos casos, aquellos que se transforman en sujeto de referencia, de aprendizaje y los que nos permiten copiar buenos ejemplos. Tampoco es el homenaje a Sarmiento o, en todo caso, debiera serlo de él y tantos enormes docentes que contribuyeron a que la tarea sea ejemplificadora.
16 de Septiembre, jornada aciaga de la historia argentina, parida por los genocidas de turno que osaron truncar la vida de una generación que hoy, a más de 30 años, busca reencontrarse. El objetivo fue la contra cara de la función pedagógica: no se trató de contener, sino de amedrentar; no se buscó proteger, sino desparecer; no se intentó formar, sino maltratar; no se quiso educar, sino ocultar y desinformar. De todos esos vicios, fue sinónimo la “Noche de los lápices”.
Un 17 de septiembre fallecía José Manuel Estrada, orador y escritor argentino, uno de los fundadores del partido radical. En su honor que se conmemora el “día del Profesor”, una fecha injustamente olvidada por los calendarios escolares, como si se tratara de una distinción entre la valía de la educación primaria y la secundaria. Se destaca en la figura de Estrada, la claridad de sus ideas, el fervor para comunicarlas y sostenerlas, y las páginas escritas sobre la educación de la juventud, que constituyen fuentes principales de referencias pedagógicas.
Para nosotros, los que hacemos EPIlogo, estas fechas tienen un significado especial, toda vez que nuestra actividad posee una ligazón indisoluble con la tarea docente, porque fue su punto de partida un Taller de Periodismo y el compromiso ineludible con los más jóvenes; el adquirir, de alguna manera, ese mismo compromiso con la sociedad toda, en tiempos donde las palabras “se las lleva el viento”.
sábado, 6 de septiembre de 2008
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